Apoyo psicológico en aborto recurrente

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Apoyo psicológico en aborto recurrente

Un embarazo interrumpido supone siempre un sufrimiento psicológico. La pareja se enfrenta a una enorme decepción después de la buena noticia inicial de una prueba de embarazo positiva. Un positivo largamente esperado y buscado. Pero si además  se tienen abortos involuntarios recurrentes, entonces es aún más difícil, tanto psicológica como físicamente.

El aborto es normalmente un proceso de selección natural, porque la causa es generalmente debida a un fallo genético o el desarrollo en el feto, o una implantación incorrecta en el útero. En casos raros, se puede deber a anormalidades específicas en la mujer: fallos hematológicos (de la sangre o del sistema inmune), hormonales ( diabetes o tiroides, desequilibrios no controladas ) , o problemas anatómicos ( malformación del útero ).

Aproximadamente el 15 % de todos los embarazos terminan en aborto involuntario  y un  80% ocurre durante las primeras 12 semanas de embarazo. A medida que el progresa, menor es el riesgo de aborto involuntario. Después de doce semanas, la probabilidad es sólo del 1 %.

El aborto recurrente se define como la existencia de tres abortos involuntarios, uno tras otro, sin que exista un embarazo normal en el medio. El riesgo de otro aborto involuntario después del primero es del 17%, después de dos, 25% y después de tres, 30 a 45%. Según las estadísticas, el aborto involuntario recurrente se produce en el 0,3% de todas las mujeres. ¿Cómo explicarse estar dentro de ese 0,3%?

En la mayoría de los casos la causa se desconoce y es aquí donde nace el diagnóstico “infertilidad de origen desconocido”, el más difícil de explicar de todos. El más incierto para la pareja en tratamiento. ¿Si no saben lo que tengo, cómo va a tratarlo? Las pérdidas se suceden y con ellas el dolor, la pena, la rabia y la culpa.

La intensidad del duelo depende del apego que se haya desarrollado hacia el feto desde el conocimiento de la noticia del positivo, pero también de las ilusiones y esperanzas depositadas previamente en ese positivo.

Por otro lado la pena que produce un aborto es única, ya que, si es el primero, no se basa en experiencias o recuerdos, sino en deseos y fantasías y si no es el primero se vincula a desesperanza,  nunca voy a  ser madre, no saben lo que tengo, pasará una y otra vez. Se genera un sentimiento de indefensión, haga lo que haga no lo voy a conseguir.

Los sentimientos en la pareja son muy intensos pero en el caso de la mujer que,- si además es avanzado tendrá que someterse a un raspado o legrado uterino- se intensifican. Las consecuencias psicológicas van desde los sentimientos de vació, ansiedad, rabia, pensamientos recurrentes… hasta disfunciones sexuales o alteraciones del sueño y el apetito.

El entorno suele no reconocer el luto del “hijo no nacido”, se tiende a silenciar y en el peor de los casos a animar a tener otro hijo, y en una pareja para la que conseguir un positivo es prácticamente imposible es un consejo inútil y doloroso. El hombre se enfrenta de maneras diferentes, puede “empujar” a su compañera a sobreponerse para pasar una situación para la que él mismo no tiene palabras, él también ha perdido a su hijo.

El espacio de la terapia les da un lugar en el que expresarse, un espacio en el que hablar y llorar a su bebé no nacido, un espacio en el que despedirse y afrontar el duelo.

El duelo como tal, requiere de una elaboración psíquica de aceptación y resignificación de la pérdida.

La importancia del apoyo psicológico en estas personas puede marcar la diferencia entre un duelo patológico o un duelo sano, la diferencia en continuar con su vida o quedarse anclado en un hecho del pasado.

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